¿Donde estas? [Circe]

Había citado a Circe, mi mejor amiga en el tiempo que llevaba viviendo ahí y única que conocía mi secreto. Nos conocíamos a la perfección, y por eso ella sabía que odiaba que sacara el tema de los Dioses y que aún lo poco que sabía no quería seguir averiguando. Siempre había sido un tema tabú entre nosotras y aún no conseguía recordar cómo nos habíamos contado toda esta movida de los Dioses. Quizá fui yo, quizá fue ella, quizá fue nuestro deseo de quitarnos esta carga de encima teniendo que contárselo a alguien. De lo único que me acordaba era que gracias a los dioses nos habíamos hecho grandes amigas. Básicamente mi único apoyo ahí, ya que odiaba tener a mi hermano detrás, hablándome sobre Artemisa y diciéndome que no podía hablar con el “chico malo” de mi clase en Rusia. Lo quería, pero esos detalles me hartaban. Tan solo necesitaba ver a Circe y la cité en nuestro punto de queda habitual. Me senté a esperar en uno de los bancos que estaban a lo largo del paseo kilométrico que acababa en el puerto, viendo desde mi sitio como el viento dirigía a las olas, obligándolas a golpearse contra el muro una y otra vez, buscando escapar de aquel lugar, y saliendo mal parado en cada uno de sus intentos casi de una forma masoquista, pero me entretenía mientras la esperaba de brazos cruzados y tamborileando mi pie contra el suelo, pues no podía estarme quieta. Tan solo apartaba la vista del mar para mirar de ven en cuando a los laterales por si la veía acercarse.

Aún estaba inmersa en mis pensamientos cuando escuché a la lejanía un grito que me llamaba. Enseguida la vi. Ahí estaba con su melena rubia encandilando, sin querer seguramente, a unos cuantos chicos que pasaban por su lado. Me levanté con un impulso del banco y con grandes zancadas la alcancé, viendo como a su lado un viejo verde no paraba de sacarle el ojo. –Eww…- Murmuré por lo bajo a un metro de ella y me acerqué lo que me quedaba. Abrazándola con una excesiva efusividad, más de lo normal y dándole los dos besos correspondientes en la mejilla. -¡Cuánto tiempo!- Exclamé separándome de ella y andando de nuevo hacia el banco donde antes estaba sentada. -¿Qué tal estas?- Le pregunte antes de que algún tema de conversación nos inundara de lleno. –Has visto como te miraba ese viejo.- Le comente en un tono bajo poniendo mueca de asco mirando hacia donde se encontraba, encaminando de nuevo su marcha.